Exploración fenomenológica del dolor a propósito del miedo y el cuidado

Por Tanya González

Si puedes imagina un cuerpo plegado, como hojas de papel hechas bolita; como una maraña de hilos, estambres, cabellos y todo lo que atrapan en el camino; como un cuerpo que se desdobla poco a poco en la escritura con diferentes órdenes y sentidos, con distintos materiales; un cuerpo danzante que se pliega y despliega, retuerce y respira. 

Las preguntas de origen: ¿Danzar desde el cuidado? ¿Me es posible danzar desde el cuidado? ¿Me fue posible danzar en rehabilitación? ¿Danzo desde el cuidado? Luego de ir dándole vueltas apareció la pregunta ¿cómo puedo danzar sin miedo desde el cuidado? 

En julio de 2021 me rompí los ligamentos y el menisco de la rodilla izquierda, en un ensayo de danza conchera…

Patada salto, patada salto, caída en cuclillas, giro para subir.

Hubo una especie de crujido y dolor agudo:

[ggrrgrgrg] 

- “Ya pasará, pondré más peso en la otra pierna.”

Seguí el ensayo, me dio miedo lastimarme la otra rodilla cuando empecé a sentir dolor en ambas. Dejé conscientemente de compensar. 

Mantener una práctica dancística continua durante la pandemia me fue difícil, salvaguardar un entrenamiento diseñado por mí y para mí. Una retroalimentación clara y acondicionar un espacio en casa, fueron metas que no pude cumplir a cabalidad. Generar mi propia clase resultó más difícil de lo imaginado, entre la soledad, la sensación de encierro y los múltiples roles plegados sobre mí, me era fácil perder la continuidad o no respetar mi propia planeación. 

Fui encontrando que la improvisación placentera o dolorosa para desahogarme no sustituye una clase ni un entrenamiento, y que necesitaba las tres y más: entrenarme, una clase, un desahogó, una continua investigación. 

El miedo a contagiarme y contagiar principalmente a personas queridas y más vulnerables, el miedo a la sanción y la sospecha, replegarme, centrar los vínculos a las paredes y cortar el horizonte. Yo que venía de explorar la delicia social del tacto, el contacto, acariciar con palabras y todo el ser, yo que venía del trabajo de cuidados y seguridad en el trabajo de campo en ciencias sociales. 

Mi deseo de volcarme a la danza luego del encierro me desgarró hasta romperme. 

Subí de peso, dejé de entrenar, fumé y bebí como nunca, el tren superior debilitado, cansado de cargar mi propia existencia; la soledad de la pandemia, la conclusión del doctorado y mirar de cerca los múltiples rostros de la violencia.

 
 

patada salto, (solté el abdomen) caída en cuclillas,

solté mi centro, el peso muerto cayó.

 

El dolor físico con el paso de los días se tornó insoportable, no podía dormir, caminar, pensar, pero la rodilla la podía seguir moviendo. Cada vez con más dolor, los giros eran intolerables.

¿Hasta dónde me lleva el dolor? ¿Cuánto dolor soy capaz de soportar? ¿Hasta dónde me alcanza la voluntad y resistencia? ¿Y si ya no quiero moverme así? ¿Y si dejo de torturarme para encontrar una revelación?

 

Puedo danzar rota, eso ya lo sabía. Ya me había roto los metatarsianos un par de veces, desgarrado el talón, el músculo trapecio, el manguito rotador, los bíceps; me han sacado contracturas de cada parte de mí desde las mandíbulas; cada parte de mi piel ha tenido moretones y magulladuras, ampolla sobre ampolla que en clase se revienta.

Ya había roto vínculos queridos, sueños y mitificaciones. 

Había danzado cada una de mis tristezas desde que tengo memoria, como una forma de vomitar lo que no puedo asimilar. Desde la desaparición forzada de los 43, hasta los cuerpos en el río-drenaje en Ecatepec; había danzando los nombres que podía recordar de las mujeres asesinadas en Querétaro, el despojo a comerciantes en las calles, las víctimas de la violencia política en Morelos; había danzando los crímenes de Estado en América Latina;  había danzado el tejido fino de violencias culturales en devenir mujer, había danzando la voz del alma. 

Durante años dancé historias propias y ajenas en el tejido del trabajo psicosocial y la exploración de movimientos intencionados, o no. 

 

¿Quiero danzar rota? Ya no. Este es el cuerpo que soy, no lo tengo, no puedo quitarme la rodilla izquierda mientras deja de doler, no puedo quitármelo para descansar del dolor, tampoco hacer infinito un instante placentero. Tengo la memoria de lo inefable que a veces anuda la belleza, la crueldad, el gozo y la pena; pero este cuerpo soy yo, desde aquí pienso, siento, imagino, recuerdo:

 
 

Patada salto, patada salto, (suelto el abdomen) caída en cuclillas, [ggrrgrgrg] 

giro para subir, cruzo por delante a la izquierda, cruzo por delante a la derecha

(pongo más peso en rodilla derecha) [ayyyyyyyyyyyy]

 (quito o eso intento, el peso extra en rodilla derecha)

cruzo por delante a la izquierda, cruzo por detrás a la izquierda

(agarro el abdomen, todo el torso, succionar sostenerme flotando)

Sigo el ensayo hasta que termina, subo mi pierna y estiro, estiro, estiro 

(estirar seguramente calmará el dolor e inflamación, 

no puede ser tan grave porque pude terminar).

 

Soy de una literalidad que a veces asusta. Cuando tuve un episodio de terrible violencia me quedé sin palabras, me hicieron una cirugía y tuve que guardar silencio, sin poder abrir la boca ni para comer durante semanas. Cuando el mundo me parece nauseabundo vomito; cuando no quiero estar en ningún lugar, viajo; en la adolescencia perdí el olfato durante años porque la humanidad apesta.  

Voy por la vida tocando y dejándome tocar. Me gusta sentir el aire húmedo en las tardes de septiembre cuando empieza a anochecer; me gusta cuando regreso a casa del trabajo y siento que el tiempo es mío. Reordeno mis libros para ordenar mis ideas. Bailo porque vivo, para dar gracias, para acomodar la tristeza, para pedir disculpas, para decir adiós. A veces bailo y escribo para suplir con entendimiento mis carencias técnicas y mis entrenamientos desordenados en la triple jornada de ser psicóloga, bailarina y activista.

A veces pienso que es más fácil mover el cuerpo que las ideas, por eso bailo, para ver mis reiteraciones, mis vicios, mis límites y posibilidades. Danzar y bailar expresan no sólo el “qué somos”, sino el “cómo”, aunque a veces no sepamos el “por qué”. 

Que no se confunda que ser este cuerpo que soy significa que lo conozco. Habitamos el saber y no saber de nosotras mismas y de las otredades, tal vez por ello a veces sucumbimos a la angustia de exigir certezas en todas direcciones porque no podemos dar cuenta y control absoluto de quiénes somos, porque a veces asusta la maravillosa potencia de la creación [1] por la falta de práctica, supongo. Hace falta practicarnos en la incertidumbre que nos da nuestro saber y no saber.

 
 

Rayos X 

Todo bien no hay lesión en el hueso

Tape, electrodos

Monitorear un par de semanas y sigo.

 

Tristeza al percibir la herencia del cuerpo-máquina en mi propio abordaje; orgullo coleccionador de lesiones como trofeos, validando el derecho de piso. Reminiscencia del sueño nazi y su interpretación del Superhombre, cuerpos fuertes que se merecen vivir; ecos darwinianos de negación del cuerpo vulnerable, enfermo, roto.  ¿Qué pasó entonces con todos mis referentes sobre cuidados? ¿Me falló acaso la estrategia? ¿Qué es la salud? La búsqueda de músculos fuertes y elásticos para compensar mi mente frágil, porque me dice el mundo que soy demasiado sensible.

En la perspectiva de cuidados parto desde mí, porque es la agencia en la que tengo más alcance. No puedo partir de lo que quiero que otras personas hagan para mí, sino de lo que yo necesito para mí y lo que me puedo dar, porque tampoco me puedo dar todo lo que necesito. Cuidar como actos expresivos del deseo por crear una vida alegre, donde la alegría de unos no se alimente de la tristeza de otros, cuidar en tanto actos nacidos de la prudencia y no del miedo. 

No puedo dejar de ser el cuerpo que soy, en el continuo devenir y transformación. Algunas constantes en la vida: mi piel es morena y por esto en algunos espacios soy racializada. A mí me gusta mi piel rojiza, interpreto la resistencia de los pueblos indios del norte, porque no soy pequeña de tamaño. Soy leída como mujer, soy eso que la llaman una mujer cisgénero, es decir, tengo sexo de mujer y género femenino. Sin embargo, no me gusta lo que se espera de ninguno de los dos géneros más conocidos: masculino o femenino. Con esas lecturas puedo jugar pero, hasta ahora, sigo menstruando, lo que me recuerda los estrógenos y los cambios en mi sistema digestivo por lo menos una vez al mes. 

En la danza sí puedo jugar a no tener rostro, a no ser hombre ni ser mujer. En otro tiempo ese fue un fuerte eje de exploración escénica en un colectivo con quienes participé durante años, pero eso se acabó y con la mitad de esas personas ya no podemos ni mirarnos, ni respirar el mismo aire. Tal vez porque nos quisimos tanto, porque el afecto lo dejamos desatar hasta ser tan potente que nos con-fundimos, y no hay nada más violento que sentir la despersonalización, quizá nuestros afectos se volvieron pasión, pathos.

 
 

Resonancia. 

Menisco y ligamento roto.

Desgaste y trauma. 

Programar cirugía. 

 

Yo quiero danzar por siempre. 

Danzar en las evocaciones de lo sagrado, bailar en la gracia de abrir tiempos de disfrute. Y no es que no disfrute lo sagrado, pero en ello algo se juega de solemne en el encuentro y evocación con quienes ya no están.  

Parar en seco, innegociablemente. Parar para ir tan lento más allá de la voluntad. Parar y en el reposo ir buscando la danza que no corre, ni camina, ni gira, ni salta; sin desplazamiento, sin ganas, sin consciencia. 

Parar para ordenar las preguntas y palabras adecuadas; para diferenciar el instante de la ficción del siempre, lo íntimo de lo social, de lo grupal, de lo mío, lo mío que resuena en otros. 

 
 

“Sentirás un piquete en la espalda y nada más”

bbbbbrrrrrrr 

¿Estás bien? 

Hielo para la máquina

Revisión

Medicamento dos semanas

 

Durante las semanas siguientes la dependencia a otras personas fue absoluta, el cansancio del reposo y el miedo. ¿Y si nunca puedo volver a danzar? ¿Si me muevo antes de tiempo y arruino la cirugía? Mi pie no podía tocar el suelo, no podía doblar la rodilla. Durante el día y la noche estaba acostada tomando sedantes, con una inflamación que sentía no iba a terminar nunca. Comer me daba miedo porque implicaba que me trasladaran al sanitario. Antes no había agradecido tener una habitación, un baño, un piso sólo para mí; no había notado el espacio que es para habilitarlo desde mi necesidad temporal; tampoco había sufrido tanto cada escalón dentro del departamento, cada unión del azulejo que hacía ligeramente trastabillar la silla de ruedas. No podía pensar más allá de percibirlo todo desde un lugar que siempre estuvo allí: la rodilla. 

 
 

es importante que des tiempo a la desinflamación y cicatrización 

que no apresures la recuperación 

y seas constante  

 

En aquellos días el tiempo cobró otra dimensión y, con ello, no sólo el tiempo, sino la vida toda y mis interacciones. ¿En qué momento y bajo qué circunstancias olvidé que la vida es tiempo?

El tiempo lo percibo a partir de lo que hago y dejo de hacer, en el movimiento y sus pausas; en la velocidad apresurada cuando percibo no llegar a coincidir con mis planes y mis acuerdos, responsabilidades externas. En el cauce del tiempo en primera persona que es el ritmo de mi existencia y las horas y calendarios que hacen posible la vida común. 

Somos criaturas que sólo podemos sobrevivir en relación con otredades, quienes nos hacen conscientes de nuestra propia existencia mediante cuidados y límites; mediante información para reconocer, nombrar y dar sentido a nuestra sensaciones, así como para interpretar e identificar la molestia, inconformidad y disfrute. Éstas nos acompañan a comprender el dolor y el sufrimiento en sus matices y relaciones, con ello, también, a generar maneras de afrontarlos y agradecer los momentos de calma.  

 
 

si no estuviera tan cansada 

escribiría cada día cómo me siento 

 

Soy de una literalidad que a veces asusta, ya lo dije antes, me rompí una articulación que sostiene el peso de mi existencia y movimiento. En las siguientes semanas y meses voy de a poco regresando al movimiento como desplazamiento. No dejé de moverme ningún día, mi cuerpo cerebro, mi cuerpo vísceras, mi cuerpo pie me hacían notar mi propio movimiento en el reposo.

Ese movimiento interno me hizo percatarme de los cuidados de otras personas: escucharme, llevarme comida, poner el enfriador para desinflamar, llevarme al baño, lavar los trastes, tener los medicamentos, hacerse cargo de mi casa y mis gatas.

Cambió mi digestión, mi menstruación, mis hábitos de sueño, mi forma de pedir y agradecer, de lidiar con la frustración; de entender la independencia, la autonomía. Cambió desde lo más concreto, como el acto de dormir, hasta la abstracción de la política y los cuidados.

 
 

Expandirme, 

ser cuerpo con la cama, la silla de ruedas, las muletas

ser cuerpo doliente en recuperación, 

en aprendizaje extraordinario preguntándome 

por los límites de la consciencia por una forma de agotamiento,

ser cuerpo danzante en el reposo obligado

desde la propia danza de la recuperación y acuerpamiento

 

Tomé consciencia de la literalidad de estar rota y agotada en los días y noches de necesitar analgésicos e ir transitando a dejar de necesitarlos para enfrentar el miedo a no saber qué es lo prudente ante el dolor y el sufrimiento. ¿Qué es pertinente después del trauma? ¿Cómo me relaciono con la herida? ¿Cuáles son los matices entre cada herida? ¿Cómo cambiar la percepción del punto de vista a la propiocepción? ¿qué me dice de mis alcances, limitaciones y posibilidades como danzante, bailarina, filósofa, psicóloga social?

 
 

miraba mi pie izquierdo, me miraba sin control

tirado sin fuerza mirando a la izquierda

la total relajación cuando no podía sostenerse

cuando no podía sostenerme

lo primero era volver a poner mi pie en conexión   

 

Mi pie, mi intención, mi yo, somos un mismo cuerpo pero estábamos generando nuevas conexiones. Ser un mismo cuerpo no implica la ausencia de distancia y contradicciones, de relaciones inestables entre el saber y no saber sobre una misma, entre el poder y no poder sobre sí.

Crear, construir o descubrir potestad sobre mí; transitar por la frustración al no coincidir mi intención de movimiento con la aparición del mismo; pasar por el miedo emergente de la duda amenazante de ver limitado para siempre el repertorio de movimiento.

 
 

me rompí la rodilla

cada articulación estuvo afectada

me rompí la forma de articular y acuerparme

 

Tenía miedo de volver a lastimarme por querer ir de prisa a lo que fui antes y ya no soy. Transitar a no detenerme ante el miedo, sin ignorar los actos pequeños y sutiles que sostienen la vida, esos que llamamos cuidados, esos que cambian con nuestra circunstancia vital. 

Aprender a no confundir el cuidado con el sentido de alerta para no abatirme ante el miedo agotador. 

 
 

Soltar las muletas 

para acceder a la libertad

soltar los analgésicos 

para reconocer el dolor sin sufrimiento

 

Inducirme voluntariamente la pérdida de sensibilidad (Buck-Morss, 2010), cansada de sentir demasiado. Agotada del desplazamiento de viajar, de andar traduciendo entre distintos campos de conocimiento y curiosidad; de hacer malabares entre la acción política y los roles académicos – docente y doctorante; de sostener expectativas propias y ajenas de ser compañera de lucha, compañera de vida, guerrera danzante, danzante amorosa, performer, hija, amiga, hermana.

Inducirme voluntariamente la pérdida de sensibilidad, con miedo a acostumbrarme a los opioides. Yo que todo lo que quería prevenir con infusiones y ungüentos, agradecí la maravilla de la tecnociencia. 

Dejar de sentir viene bien por instantes, así, por instantes, no es para siempre, nada es para siempre y ningún remedio sirve para todo. Poco a poco volver a sentir, porque el dolor es un aviso, así como la inflamación, nos avisan que podemos hacernos daño. 

En mi ficción de un cuerpo fuerte, ningún dolor podía hacerme parar; hasta que la ficción se mostró como lo era, una ficción insostenible. No porque no sea fuerte, solo que no soy sólo eso, no todo el tiempo, no para siempre. La irrupción de lo inestable, lo perecedero, lo transitorio, lo que va mutando, lo efímero y lo momentáneo, tantas formas de nombrar nuestra existencia inestable y yo insistiendo en una sola forma como mandato y única forma posible: FUERTE. 

Ser fuerte para no parar ante el dolor, hasta romperme y obligarme a parar. El dolor es un aviso que no siempre lleva al sufrimiento, éste viene con la disminución del ánimo, de la potencia vital. 

Podemos sufrir por lo anticipado, sin una señal de dolor asociada. Como el sufrimiento angustiante de lo posible, las ficciones e imaginaciones que nos arrastran a la decadencia; es decir, una pérdida de ritmo común, concordante con nuestras intenciones, nuestro yo, nuestro cuerpo. 

 
 

Caminar normal

caminar de puntas

caminar de talones  

 

Caminar; poco a poco, paso a paso. Sentir cómo se sostiene el peso en la rodilla, el talón, la cadera. Un caminar rígido, pausado, tembloroso, con la respiración pesada por el miedo y la esperanza. Caminar de puntas, pensé, era lo más difícil, pero no, al caminar de talones no podía dar un solo paso sosteniendo la puntas arriba, regresaba todo el pie al piso. No había dolor, no podía sostener el caminar sólo con los talones, empujaba la cadera hacia atrás y echaba el torso por delante, una figura humana plegada sobre sí misma buscando sostenerse.   

Caminar como una expresión de democratización de la danza. ¿Qué es caminar? ¿Caminar “constituye la acción cotidiana de todo el mundo”? [2] (Bardet: 2012, 67). Muchos cuerpos caminan, pero la humanidad se sostiene en dos extremidades y coloca en una línea vertical cabeza, torso, cadera y pies con sus respectivas curvaturas, sea de manera transitoria o permanente por lesión, enfermedad o accidente. Una parte de la humanidad no camina en perfecta verticalidad. 

Los seres humanos generamos distintas formas de desplazarnos de un punto a otro. En este sentido, abrimos la danza a diferentes formas de desplazamiento, tanto por exploración, como por necesidad de los cuerpos concretos. Con ello nos acercamos a aquel ideal de la danza para todos los cuerpos; a la generación de tantas danzas como cuerpos danzantes, con el fin de apuntar a una posible democratización de la danza. 

 
 

“este es un ejercicio muy sencillo”

dice mi compa fisio

pero para mí ha sido revelado que

nada es sencillo

 

Caminar resultó más sencillo que gatear o arrastrarme, porque no requiere flexiones profundas o prolongadas; también porque el punto de vista es más cercano a la forma en que construí mi campo de percepción. Decir sencillo es sólo una expresión para referir que era menos angustioso. Abrió un amplio campo de exploración del caminar y mantenerme de pie. Apuntar suavemente a las flexiones sin peso, ampliando poco a poco el rango de flexión, desde la paciencia y disciplina que te da todos los días dedicar tiempos a la recuperación. Todos los días, sin sobreestimular, sin llegar al dolor, sin apresurar una recuperación que no obedece a las intenciones, sino a sus propias condiciones de posibilidad dadas por la dedicación y atención para realizarlo bien. 

Cuidarme, haciendo lo necesario, explorar, no hacer de más, no hacer de menos.

 
 

hacer masaje a la cicatriz 

escuchar el crujir de la fibrosis

 

Abrir la danza a cualquier desplazamiento y al movimiento interno durante el reposo; abrir la danza tanto a la caída como al salto, a los cuerpos expandidos y proteicos; abrir a la prótesis transitoria y permanente, la que se muestra y la que se oculta porque se encarna. De la muleta al tornillo; del cuerpo que soy mientras me llevan en silla de ruedas, a la mirada digital de tres ojos para registrar los milimétricos resultados de la dedicación diaria al movimiento de rehabilitación. 

¿Cómo puedo explorar la danza de mi cuerpo en recuperación? Lo hago a la distancia. En esos días escribía poco, meditaba obligadamente y con frecuencia me agobiaba el temor porque no encontraba seguridad al explorar más allá de los ejercicios de rehabilitación. Cuando pude caminar vino la impronta de no poder hacer ningún paso de danza, menos aún de danza de concheros – no saltos, no giros, no sentadillas. Sentía un enorme NO que me perseguía y no dejaba notar lo que sí podía hacer. Un enorme NO que se fue alargando al POR AHORA NO, POR AHORA ASÍ NO, POR AHORA MÁS SUAVE, POR AHORA MÁS LENTO. En ese ir con lentitud y calma noté la exposición de mis órganos internos y la necesidad de cobijarlos, de recogerlos con mi faja abdominal, de sostenerme desde adentro. Encontré la falta de fuerza de mi tren superior con una precisión meticulosa, la tensión sostenida que se hace pasar por fuerza. Encontré en mi ser la cartografía del descuido. Encontré el anhelo de volver al movimiento conocido que no me dejaba abrirme al descubrimiento.

Abrir la danza a los cuerpos virtuosos y desgastados, a cuerpos irreparablemente rotos, a los cuerpos envejeciendo y envejecidos, a los cuerpos. Abrir la danza a los tiempos de sanación y descanso, a decidir en dónde y cómo danzamos, con quiénes danzamos y para qué lo hacemos.

 
 

GRACIAS INFINITAS 

Amor infinito

Amor para siempre

 
 

[1] De la imaginación radical, como diría Cornelius Castoriadis (1975) siguiendo a Aristóteles.

[2] Marie Bardet en Pensar con mover: un encuentro entre danza y filosofía (2012) retoma el proyecto democrático de la danza desde la experiencia de caminar en una interpretación de textos de Steve Paxton y Sally Bane. La democratización de la danza desde el caminar y poner la planta del pie sobre la tierra, volvió como interrogante, como pretexto para pensar el movimiento y la danza, sus posibilidades. 


 Fuentes consultadas

  • Bardet, Marie. Pensar con mover: Un encuentro entre danza y filosofía. Buenos Aires: Cactus, 2012.

  • Buck-Morss, Susan. "Estética y Anestésica: Una revisión del ensayo de Walter Benjamin sobre la obra de arte." Micro-historias y Macro-mundos, vol. 1, 2010, pp. 253-316.

  • Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. Barcelona: Tusquets Editores, 1975.

 
Cátedra Gloria Contreras